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¿Quiénes somos?
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"La Orden es un Instituto clerical de derecho pontificio que orgánicamente se compone de religiosos, clérigos y no clérigos, que se consagran a Dios y al servicio de la Iglesia solemnemente por los tres votos comunes de perfección evangélica, añadiendo uno especial en virtud del cual el mercedario promete dar la vida, como Cristo la dio por nosotros, si fuere necesario, para salvar al cristiano que se halla en extremo peligro de perder la Fe, en las nuevas formas de cautividad; goza de propia autonomía para un servicio más universal y eficaz al Reino de Dios, en el que todos los hermanos participan, aunque de diversas formas, según la variedad de vocación; participan de iguales derechos y deberes a norma de estas Constituciones; llevan como signo de consagración el hábito y calzado tradicionales.


El título oficial de la Orden es: "Orden de Descalzos de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos Cristianos", o en su forma abreviada: "Padres Mercedarios Descalzos"; y después del nombre del religioso, las siglas: O.M.D." ( Constituciones, n.13).


 "Nuestra Orden se eleva y constituye primordialmente sobre el fundamento de la caridad como una verdadera sociedad en la Iglesia de Cristo, que tiene por Padre a Dios, por hermano a Cristo y por madre a la Iglesia, en la que la muchedumbre de los creyentes tiene un corazón y una sola alma (Hech 4,32).
Intenta realizar en sí misma en toda su plenitud los consejos de perfección mediante la práctica de una perfecta vida común, expresada y fomentada por la unión fraterna y el don de la vida religiosa, asociando su mente y sus fuerzas a todos los operarios evangélicos, cuya misión es extender el Reino de Dios; pero de modo más directo con todas las fraternidades mercedarias que sienten y viven del mismo anhelo de la caridad redentora del santo Fundador" (Constituciones, n.14).


"Es característico de nuestra Recolección ser contemplativa y activa, de modo que ambos aspectos se integran armónicamente y se complementan, pues la contemplación y la acción son en la Iglesia manifestaciones vitales del mismo amor: "Nadie debe ser tan ocioso que en el mismo ocio no piense en la utilidad del prójimo, ni tan activo que no busque la contemplación de Dios".


Así pues, toda la vida religiosa de los miembros de nuestra Orden ha de estar saturada de espíritu apostólico y toda su acción apostólica ha de estar animada por el espíritu religioso.


Todos los miembros de la comunidad se ayudan mutuamente en la acción y en la contemplación" (Constituciones, n. 21).